domingo, 29 de marzo de 2009

El discurso dialógico



Nivel: 1º Medio

Dificultad: Regular


El discurso dialógico es aquel que se caracteriza por la interacción directa entre los hablantes, por lo tanto, su elaboración depende de todos los interlocutores que participan en él. Es por eso que se trata de un discurso eminentemente colaborativo. Los discursos dialógicos se caracterizan por presentar una estructura formal, la toma de turnos, y una organización del contenido que se manifiesta mediante el manejo del tópico (tema).

1.1. Niveles del discurso dialógico

a) Nivel estructural: la toma de turnos

La toma de turnos es el procedimiento que organiza la participación de los sujetos involucrados en la comunicación. Permite que los interlocutores tengan la posibilidad de ser tanto emisores como receptores de mensajes en un determinado intercambio comunicativo.
Existen una serie de recursos que señalan el cierre de la intervención de uno de los interlocutores y que sirven para cederle la palabra a otro, por ejemplo, manifestando explícitamente que han finalizado, haciendo preguntas, demandando información, etc. Manifestaciones más estructuradas del discurso dialógico, como, por ejemplo, el debate, suponen la presencia de un moderador que regule las intervenciones. En el contexto de una clase, generalmente los estudiantes levantan la mano para pedir la palabra y el (la) profesor(a) les señala cuándo pueden hablar. En formas menos estructuradas, como una conversación, los participantes suelen interrumpirse entre ellos para obtener el turno.

b) Nivel de contenido: el manejo del tópico

El manejo del tópico o tema involucra una serie de habilidades específicas que permiten a los hablantes introducir un tema, desarrollarlo, modificarlo y concluirlo. Es importante destacar que en un discurso dialógico pueden exponerse varios tópicos distintos y que no siempre todos se desarrollan de manera completa.
Para que te quede más claro, te proponemos imaginar lo siguiente: estás conversando con tu mamá y quieres contarle que estás pololeando. Para poder hacerlo tienes que introducir el tópico o tema; por ejemplo, podrías decirle "¿te acuerdas de ese(a) amigo(a) del que te hablé hace unos días?" Si la respuesta es afirmativa, estás en condiciones de desarrollar el tópico. Podrías contarle sobre sus gustos, su familia, sus estudios, etc. Por su parte, tu mamá te puede hacer preguntas sobre él (ella), que también te permiten seguir desarrollando el tópico de tu nuevo pololo(a). Cuando tu mamá deja de hacerte preguntas y tú sientes que ya le has informado sobre tu pololo(a), puedes finalizar el tópico. Muchas veces, sin embargo, los temas no se desarrollan completamente, ya sea por falta de interés de los interlocutores o porque se produce una digresión al vincular el tema de cual se habla con otro distinto.
¿Te ha pasado que estás hablando con tus amigos y de repente no se acuerdan cómo llegaron a hablar de un determinado tema? Si reconstruyen la conversación podrán ver en qué punto se produjo el giro.
Para que estos contenidos te queden más claros, la próxima vez que estés involucrado en una conversación pon atención a los mecanismos que los interlocutores utilizan para obtener el turno. ¿Qué haces tú para ser escuchado? ¿Cómo se vincula la manera en que manejas el tópico con la atención que te pone el resto de los participantes? ¿Son todos los tópicos desarrollados completamente? ¿Por qué algunos no son concluidos?

1.2. Tipos de discurso dialógico

Si bien todos los discursos dialógicos presentan como estructura formal la toma de turnos y una organización del contenido en torno al manejo del tópico, existen interacciones comunicativas donde estos dos elementos adquieren características particulares. Es por eso que podemos hablar de distintos tipos de discurso dialógico.

a) Conversación

La conversación es una forma de interacción lingüística caracterizada por ser un tipo de discurso dialógico espontáneo, puesto que tanto la toma de turnos como el manejo del tópico se desarrollan libremente, es decir, los participantes (al menos dos) hacen uso de la palabra alternadamente. Así, los interlocutores no se rigen por una organización extrema en la toma de turnos y tampoco se basan en reglas tan estructuradas o previamente establecidas para introducir, modificar o concluir un tópico.

b) Entrevista

La entrevista se puede definir como una conversación dirigida hacia la obtención de información sobre algún tema específico o sobre aspectos seleccionados previamente. Los participantes son el entrevistador y el entrevistado. Este último es, generalmente, una persona informada, cuya función es exponer el tema sobre el cual resulta interrogado.
Por su parte, el entrevistador determina el tema de la entrevista. La realización de ella requiere que el entrevistador tenga claro el objetivo de sus preguntas, de modo que estas le permitan cumplir el propósito establecido. Para la elaboración del cuestionario es necesario que se informe acerca del tema del cual va a hablar con el entrevistado.
En el caso de la entrevista, la toma de turnos está dirigida, pues el entrevistador determina cuándo toma el turno y cuándo lo cede al entrevistado. Sin embargo, es importante destacar que en algunas ocasiones es el entrevistado el que dirige la toma de turnos; por ejemplo, si interrumpe al entrevistador.

c) Discusión y debate

La discusión es un discurso que se caracteriza porque implica la divergencia o controversia en torno a un tema. Una conversación puede devenir en discusión. Por ejemplo, puedes estar conversando con tus amigos sobre algún tema y, al no estar de acuerdo en algo, comienza una discusión que puede terminar en un consenso entre ambas posturas o en la aceptación de una de ellas como la correcta. Si no se logra acuerdo, el diálogo se acaba porque se pierde su carácter de discurso colaborativo.

Existen formas más estructuradas de la discusión, como es el debate, donde las intervenciones son reguladas por uno de los participantes, que actúa como moderador, encargándose de presentar los tópicos que se van a tratar y asegurando que todos los integrantes participen y respeten el turno de habla de los demás. Como se trata de una situación en la cual se exponen diversas perspectivas sobre un tema y estas son opuestas entre sí, resulta importante poner en juego principios de cooperación y de cortesía. Tanto en la discusión como en el debate el desarrollo del tópico está estrechamente vinculado con el discurso argumentativo, ya que los interlocutores organizan su discurso en torno a tesis y argumentos.

Cómo elaborar un ensayo


En este primer artículo de este blog hablaremos de este género centauro que es el ensayo; sus orígenes, sus características, y su estructura, a fin de capacitar brevemente al alumno sobre la elaboracion del ensayo.


Nivel de complejidad:
Básico


Nivel educativo: 4to Medio

Tema 1: Qué es un ensayo

El ensayo consiste en la defensa de un punto de vista personal y subjetivo sobre un tema (humanístico, filosófico, político, social, cultural, etcétera) sin aparato documental, de forma libre y asistemática y con voluntad de estilo
El ensayo es un género relativamente moderno; pueden rastrearse sus orígenes desde épocas remotas. Sólo en la edad contemporánea ha llegado a alcanzar, una posición central. En la actualidad está definido como género literario, pero en realidad, el ensayo se reduce a una serie de divagaciones, la mayoría de las veces de aspecto crítico, en las cuales el autor expresa sus reflexiones acerca de un tema determinado, o incluso, sin tema alguno.

Tema 2: Orígenes del ensayo

Las Cartas a Lucilio (de Séneca) y los Moralia (de Plutarco) vienen a ser ya prácticamente una colección de ensayos, pero el desarrollo moderno y más importante del género ensayístico vino sobre todo a partir de los Essais (1580) del escritor renacentista francés Michel de Montaigne, aunque sus últimos precedentes hay que buscarlos en el género epidíctico de la oratoria clásica. En España el género aparece, con el antecedente en el siglo XVI de Fray Antonio de Guevara y en el XVII de Francisco Cascales Cartas filológicas y Juan de Zabaleta Errores celebrados, a principios del siglo XVIII con el Teatro crítico universal y las Cartas eruditas y curiosas del padre Benito Jerónimo Feijoo, pero solamente tomará la denominación propia de ensayo a mediados del siglo XIX y sólo empezarán a escribir ensayos propiamente dichos la Generación del 98 y sus sucesores.

Tema 3: Características

Estructura libre

De forma sintética y de extensión relativamente breve

Variedad temática

Estilo cuidadoso y elegante

Tono variado, que corresponde a la manera particular conque el autor ve e interpreta al mundo.

Tema 4: Cómo escribir un ensayo

Se debe seguir la siguiente estructura:

1-Introducción:

Es la que expresa el tema y el objetivo del ensayo; explica el contenido y los subtemas o capítulos que abarca, así como los criterios que se aplican en el texto, es el 10% del ensayo y abarca más o menos media hoja.

2-Desarrollo del tema

Contiene la exposición y análisis del mismo, se plantean las ideas propias y se sustentan con información de las fuentes necesarias: libros, revistas, internet, entrevistas y otras.Constituye el 80% del ensayo; abarca más o menos de 4 a 5 páginas. En él va todo el tema desarrollado, utilizando la estructura interna: 60% de síntesis, 20% de resumen y 20% de comentario.

3-Conclusiones

En este apartado el autor expresa sus propias ideas sobre el tema, se permite dar algunas sugerencias de solución, cerrar las ideas que se trabajaron en el desarrollo del tema y proponer líneas de análisis para posteriores escritos. Contemplan el otro 10% del ensayo aproximadamente.


4-Bibliografía

Al final se escriben las referencias de las fuentes consultadas que sirvieron para recabar información y sustentar las ideas o críticas; estas fuentes pueden ser libros, revistas, internet, entrevistas, programas de televisión, videos, etc.

5- A continuación un ensayo de uno de los principales cultores del género: el francés Michel de Montaige con su ensayo titulado: De la firmeza.

"La ley de resolución y firmeza no nos ordena que dejemos de evitar, en tanto que de nuestras fuerzas dependa, los males y desdichas nos amenazan ni por consiguiente que abandonemos el temor de que nos sorprendan; muy al contrario, todos los medios lícitos para librarnos de nuestros males son, no solamente permitidos, sino también laudables. La constancia consiste principalmente en soportar a pie firme las desdichas irremediables. Por manera que no hay esfuerzo alguno que no encontremos excelente si nos sirve para preservarnos del golpe que nos amenaza.
Algunos pueblos belicosos apelaban en los combates a la fuga como principal ventaja, volviendo la espalda al enemigo con más peligro para éste que haciéndole frente: los turcos tienen algo de esta costumbre. Sócrates en un diálogo de Platón se burla de Laches, quien defendía el valor diciendo «que consistía en mantenerse firme en su puesto contra el adversario». ¿Pues qué, repone el filósofo, sería acaso cobardía derrotar al enemigo dejándole un lugar?, y apoya su dicho con la autoridad de Homero, que alaba en Eneas la ciencia de huir. Y como Laches, volviendo de su acuerdo, reconoce tal costumbre en los escitas y generalmente en las fuerzas de caballería, Sócrates alega a su vez el ejemplo de la infantería lacedemonia, nación hecha más que ninguna a combatir a pie firme, que en la jornada de Platea, no pudiendo conseguir abrir la falange persa, deliberó desviarse y permanecer atrás, para simular así una falsa huida y conseguir romper y disolver las fuerzas persas, persiguiéndolas, estratagema que les valió la victoria.
Refiérese de los escitas que cuando Darío fue a subyugarlos hizo al rey de los mismos muchos reproches porque le veía retroceder ante él evitando así un encuentro. A lo cual repuso Indathyrses, que así se llamaba el monarca, que no procedía así por temor a Darío ni a hombre viviente, sino que aquélla era simplemente la manera de marchar de su ejército, puesto que no tenía tierras cultivadas, ciudades ni casas que defender, ni de que el enemigo pudiera apoderarse; pero que si tanta era su voluntad de atacarle que se aproximara para ver de cerca el sitio de sus antiguas sepulturas, y que allí tendría con quien entenderse a sus anchas.
Sin embargo, en los cañoneos es peligroso moverse del lugar que se ocupa por el temor del disparo, tanto más cuanto que por la violencia y rapidez lo tenemos por inevitable; y más de uno hubo que por haber alzado la mano o -33- bajado la cabeza, hizo reír por lo menos a sus compañeros. No obstante, en la expedición a Provenza que contra nosotros emprendió el emperador Carlos V, el marqués de Guast, hallándose reconociendo la villa de Arlés y habiendo abandonado el abrigo que le proporcionara un molino de viento, a favor del cual se había aproximado, fue advertido por los señores de Bonneval y por el senescal de Agenois, que se paseaban por las arenas, quienes le mostraron al señor de Villiers, comisario de la artillería, el cual le apuntó y disparó con tanto acierto una culebrina, que sin que el marqués viese que disparaban contra él se echó a un lado, gracias a lo cual no fue herido. Algunos años antes, Lorenzo de Médicis, duque de Urbino, padre de Catalina, en ocasión que sitiaba Mandolfo, plaza de Italia, situada en las tierras que llaman del Vicariado, viendo poner fuego a una pieza que se hallaba frente a él, tuvo el buen acuerdo de agacharse; de no haberlo hecho así, el disparo que le pasó rozando por la cabeza, le hubiera dado en el vientre a decir verdad, yo no creo que estos movimientos sean reflexivos; pues ¿qué materia de reflexión puede haber en la mira alta o baja en cosa tan instantánea? Mayor razón hay para creer que la fortuna favorece el espanto unas veces, pero otras con los movimientos del cuerpo más bien se recibe el disparo que se evita. Yo no puedo remediarlo: si el ruido de un arcabuzazo hiere de improviso mis oídos, me estremezco, lo cual he visto que acontece a otros que son más valientes que yo.
Los estoicos no entienden que el alma de sus discípulos pueda dejar de resistir a las primeras visiones y fantasías que la asaltan; consienten que como ante una sujeción natural, se sobrecoja por ejemplo ante la tempestad del ciclo, o de un edificio que se derrumba, hasta la palidez y la contracción; y lo mismo ante las otras pasiones, siempre y cuando que el juicio permanezca salvo y entero, y que su razón permanezca intacta, sin alteración alguna, sin prestar ningún albergue al sufrimiento ni al espanto. En cuanto al que no es filósofo acontece lo mismo en la primera parte, pero diversamente en la segunda, pues la impresión que las pasiones procuran, de ningún modo es en él superficial, sino que va penetrando hasta el lugar donde la razón se encuentra, infeccionándola y corrompiéndola; juzga al tenor de las pasiones que le trabajan y sus acciones se conforman con ellas. Ved de un modo concluyente cuál es el estado del estoico:

Mens immota manet; lacrymae volvuntur inanes.

El peripatético no se libra de las perturbaciones, pero las modera."

Michel de Montaigne